De siempre, las
matemáticas han existido y coexistido con la humanidad para resolver las mil
situaciones que el día a día demanda. Las matemáticas resultan ser tan vitales
como la escritura. Todos hablamos, pero poner esos pensamientos por escrito es
otra cosa.
Así, los números:
debíamos dejar muy claramente expresados los repartos y medidas, proporciones,
cubicajes y distancias, cuando ya de muebles o de inmuebles se tratase. Cuando
la necesidad, la respuesta. Y cuando los recursos eran compartidos, las
mediciones no requerían precisión. Pero en la medida que se desarrollaba el
comercio, se demandaba mayor exactitud, creciendo su desarrollo.
Esta función necesaria
y suficiente, esta presencia de los datos e instrumentos, debe ser revivida,
revitalizada. El alumno debe, ontológicamente, renovar su filogénesis, reconstruir
su cerebro al igual que su cuerpo evoluciona.
De siempre, las
matemáticas han ido ligadas a la resolución de casos prácticos de la vida de la
comunidad. La necesidad, y no el
artificio en la que la hemos construido nosotros, han llevado a la “asignatura”
de las matemáticas a concebirla como inútiles y de ello, el repudio y el
desafecto.
De
nuestro mal uso, las consecuencias. Surge así el fenómeno de la “cultura de un
pueblo”. De aquellos pueblos que han tenido que cuidar el mínimo detalle y
rentabilizar los limitados recursos, surgen sus gentes con las mismas
cualidades, mientras que, por sobreprotección o anulación, a otros pueblos les
esquilmaron y desposeyeron de sus instrumentos de manejo del entorno, ahora
muestran otras potencialidades, (pero no aquellas).
La
inteligencia se muestra de muchas maneras. Es inteligente el indígena que en la
selva ecuatorial sobrevive, y lo es el que en el ártico igual lo hace con
diferentes recursos. Así, no somos más inteligentes que nuestros primitivos
antecesores, quienes sin nada fueron dominando las herramientas de piedra, los
monumentos, las pinturas y las estrategias de caza… sus viviendas, sus
alimentos, sus medicinas y sus ropas… para todas estas tareas y funciones
debían calcular, medir, …
Con tanto academicismo
vacío, las matemáticas terminan siendo odiadas tras un juego de formulaciones
“absurdas”, válidas para salir del paso en los exámenes de este sistema
educativo de acopio abreviado de
“conocimientos”, que olvida el sentido pragmático de la acción humana. ¿Cómo justificar esos
galimatías de operaciones algorítmicas más o menos complejas que, cual
laberinto, no dispusiera de salida y estuviéramos abocados a ser presas del
minotauro del fracaso?
A
ésto, la alternativa:
Partamos de un
“proyecto” que nos valga de ejemplo:
Disponiendo de una
claraboya de iluminación en un cuarto de baño de tonalidad fría, pretendemos
dotarlo de un juego cromático que dote de un choque de luz colorida que se
difumine al resto de la habitación.
Para cubrir el hueco
material de construcción de 56 x 58 cm. disponemos de un trozo de metacrilato
de 46 x 46 cm. Es claro que tal tamaño de su superficie no cubrirá tal hueco.
La solución que
proponemos es aportarle unos trozos triangulados, como el modo más simple, económico y seguro de resolver,
garantizando puntos de anclaje de la superficie del trozo de 46 x 46 sobre los
laterales de 56 cm.
Al observar que
contamos con un cuadrado mayor de lado 56 y disponemos con un giro al cuadrado
menor de 46, deducimos por lógica y aproximación que la diferencia de 56 y 46
son 10. Este valor lo estimamos para ese cateto menor, mientras que la
hipotenusa adquiere el valor de 46. De este modo hallamos el largo del cateto
mayor.
Su resolución exige
entender el teorema conocido de Pitágoras. Aprovechamos para conocer qué aportó
este singular clásico pensador. El sabio griego plasmo que existe una razón, un
principio entre los lados de un triángulo, sea de la forma que sea: siempre se
repite que, si sobre cada uno de los
lados del triángulo construimos un cuadrado, sus
áreas resultan afectadas, siendo interdependientes.
cálculos previos y fundamentos argumentales
En nuestro caso, el
área del lado de la hipotenusa resulta depender de la suma de las áreas de los
dos lados menores de las áreas de esos cuadrados por ellos formados. Operando,
expresamos los datos del modo siguiente:
H2
(46 2) = b2 (102)
+ a2 (X2)
Si
resolvemos esta igualdad, trasladamos el valor 10 -que está sumando- al otro lado de la igualdad, invirtiendo el
proceso: si sumaba, pasa al otro lado restando para que la igualdad permanezca
equivalente.
462 – 102 = x2
X = √ 462 - 102
Resultando
X = √2116 - 100 = √2016
X = √2016 = 44
desarrollo:
observemos que los esquineros se han resuelto con un trozo sin biselar del mismo larguero en L
y así las matemáticas son un juego
y cual juego, reto.
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