sábado, 28 de octubre de 2017

la historia, un instrumento inadecuado de medida de la Historia



Tribus: los comienzos de la sociedad.

Es una realidad que todo organismo reproduce en sí su trayectoria y desarrollo evolutivo dando curso a su ontogénesis. Esto mismo ocurre con las propias sociedades. Están programadas para reprogramarse y adaptarse a las nuevas circunstancias medioambientales… Si en esta reprogramación se bloquea el proceso, se corre el riego de, por su propio programa, desestructurarse de su finalidad y garantía de supervivencia.

A raíz de los acontecimientos de los nacionalistas catalanes, tanto en su territorio, en el estado español e incluso el resto del mundo, siendo conscientes que Europa anda llena de pueblos injertados en estados que luchan por sus raíces… encajamos, o mejor, pretendemos encajarnos en esta compleja sociología de culturización de las sociedades “evolucionadas”.

Todo pueblo pretende gestar rasgos diferenciales, hay un nosotros y un ellos …  en este nivel primigenio aparece la tribu. La tribu constituye la “madre”, la esencia, … la identidad de toda sociedad.

Tras visionar a los “zo-és”, en la Amazonia, un pueblo de unos 200 miembros… pero fragmentados en grupos menores, ellos se denominan a sí mismos: “hombres”. Los “ashánincas”, en la Amazonía del Perú, unos 20.000 miembros, pero desperdigados en la inmensa selva por grupos menores, de unos 80 miembros, ellos así mismo se identifican como “paisanos”.

También estudiamos a los “mursi´” de Etiopía y a los “hat-ta” de Tanzania – siendo la cultura más antigua de África- y en Australia a sus pueblos autóctonos… y Nueva Guinea-Papua. E igualmente a los “inuit” de la zona ártica del Canadá en toda su extensión, los mismos comanches, síoux, navajos, cheyennes, semínolas, aparapahoes iroqueses  de las praderas americanas, o los mongoles, tártaros, cosacos, kasajos, … en las estepas rusas siberianas…

Resulta curioso y me sorprende que, con diferentes términos, según sus lenguas, cada hombre de cada tribu, se llegue a considerar “hombre”. Curiosamente, cuando nosotros los observamos, enseguida les describimos por lo que hacen… advirtiéndonos que “ellos son algo más que lo que hacen” …

A este sentido “óntico” por el que se les caracteriza, hemos de añadir la permanencia en un estilo de vida nómada por el que se obligan a “no echar raíces”, … no dejando huella… y al no dejar huella no permiten que su presencia sea detectada y analizada.

Nuestra visión universalizada pues contempla a América, África, Australia, Asia, … todos viven en un “entorno desértico”, donde prevalece la naturaleza y con la que se convive en un total y respetuoso equilibrio. Sin violenta sobreexplotación, toman los recursos de la tierra, y se marchan… cual cultivo de rotación, dejan descansar la producción natural para que se recupere y restablezca. No producen, tampoco esquilman.

Esta característica de simbiosis “acultural” en-con la naturaleza, les saca del concepto de “historia” como proceso civilizador y “transformador”, o lo que es lo mismo, “transgresor”.

La misma mitología clásica occidental, a través de su simbolismo, plasma esta dinámica de ruptura. Se deja y aleja de la naturaleza para ser sustituida por el patrón hombre… Los dioses aparecen para sustituir a la naturaleza… los Zeus atrapan y dominan los truenos y rayos, los Hefaistos, la metalurgia y con ellas la tecnología, las musas engendran las artes… A través de los dioses, el ser humano sustituye a la naturaleza. En vez de adorar a la madre naturaleza, la ignora y olvida, entronizándose -en su lugar- a unos seres, que “ajenos”, pueden desnortarnos y confundirnos, ya que en el fondo resultan ser, proyección de nosotros mismos. Y aquí, al fin y al cabo, la confusión.

La historia por tanto, es el camino “de una civilización que se centra en la ciudad, cual templo del ser humano”, apartándose de la naturaleza, la civis frente a la barbarie. El culto al hombre prevalece a la madre tierra… así que la pre-historia frente a la historia supone algo más que un paso en el deambular del tiempo, no es paso, es salto.

Y para concluir este comentario, dos reflexiones:

1ª, ideológica: admitir que, la historia resulta ser un invento occidental, si acaso, euroasiático, pues “registra” para divulgar unos mensajes “al viento, del espacio y del tiempo”, noticias de proezas que, cual teofanía, pretenden legitimar un poder usurpado a la comunidad… Resulta ser ésta, la raíz del verdadero “pecado original”, latente e inmanente en nuestra cultura, LA DEIFICACIÓN DEL PODER EN EL JEFE… Una emulación de la divinidad extraterrícola en una ceremonia de liturgia sacralizadora para legitimar el gobierno de grandes imperios mediante el temor y la coacción … [pues los mismos sacrificios a los dioses guardaban un aspecto intimidatorio…  (aún perdura en la psique humana estos vestigios de “sacrificio” e inmolación… en una estrategia de juego de trueque chantajista con la divinidad-poder: “ya que no me castigas tú, me castigo yo y redimo mi culpa”, así como la fanatización, “por ti, mato a tus adversarios (que de camino pudieran coincidir con los míos)” – atribuyéndose “el iluminado” el poder vengador vicario de un “dios-líder”)].

La 2ª, es más técnica. La historia tal como hasta el momento la consideramos supone ser un instrumento de medida que solo nos vale a nosotros para referenciar nuestros acontecimientos, pues el concepto de tiempo al uso por otros pueblos, cual lengua de comunicación, requiere una transformación o traducción dado que no puede aplicarse directamente, sino ponderadamente a las circunstancias históricas de los otros pueblos …

Por esta razón figura en la historia lo que al jefe interesa…

Esta reflexión historicista conlleva sutiles insinuaciones
a procesos actuales en los que nos hayamos inmersos en la actualidad. 

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